Oct 23, 2023 Historia Corta de Horror.
En el corazón de un denso y frondoso bosque, oculto de las miradas curiosas del mundo, se alzaba un templo olvidado. Sus muros derruidos susurraban historias de rituales antiguos y conocimientos prohibidos. Leyendas hablaban de una deidad encarcelada, una fuerza malévola que ansiaba adoración y ofrecía un poder inimaginable a aquellos que se atrevieran a buscarlo.
La noticia de este templo se propagó como un reguero de pólvora entre los desesperados y ambiciosos. Devotos seguidores, impulsados por su insaciable sed de poder, acudieron en masa al templo, con el corazón lleno de miedo y anticipación. Creían que al jurar lealtad inquebrantable y ofrecer sus almas, se les concedería la fuerza para remodelar el mundo según sus deseos más oscuros.
La entrada del templo estaba custodiada por una enorme puerta de piedra, adornada con intrincados grabados que representaban escenas de sufrimiento y tormento. A medida que los seguidores se acercaban, la puerta crujía abriéndose, revelando una cámara tenue. El aire estaba cargado con el aroma del incienso y los ecos de oraciones susurradas.
Dentro del templo, los seguidores se congregaron, con los ojos brillantes de una devoción fanática. Se arrodillaron ante el altar, con las manos fuertemente unidas, sus voces se mezclaban en un coro inquietante de súplicas. La deidad encarcelada, una entidad grotesca y de otro mundo, los observaba con ojos que ardían como brasas.
Uno a uno, los seguidores sellaron sus pactos impíos. Ofrecieron sus almas voluntariamente, renunciando a su humanidad a cambio del poder prometido. La deidad, complacida con su devoción, les otorgó una fracción de su energía oscura, alimentando sus ambiciones y otorgándoles habilidades más allá de la comprensión mortal.
A medida que los seguidores abandonaban el templo, sus nuevos poderes comenzaron a manifestarse. Podían manipular mentes, doblegar la realidad y desatar horrores en el mundo. Pero con cada uso de sus habilidades, un pedazo de su humanidad se desvanecía, reemplazado por un vacío frío que reflejaba la esencia misma de la deidad.
Al principio, los seguidores se regocijaron en su nueva fuerza, deleitándose en el caos que podían desatar. Pero con el paso del tiempo, se dieron cuenta del verdadero costo de sus pactos impíos. Sus vidas se convirtieron en una pesadilla retorcida, acosada por las consecuencias de sus acciones. El poder que habían buscado se convirtió en una maldición que los consumía desde adentro.
Uno a uno, los seguidores cayeron en la locura, sus mentes destrozadas por el peso de sus pecados. Se convirtieron en meros títeres, impulsados por el hambre insaciable de la deidad por el caos y la destrucción. Sus oraciones, una vez devotas, se convirtieron en súplicas desesperadas por ser liberados, por poner fin al tormento que ellos mismos habían desatado.
Al final, el templo olvidado se erigió como un testimonio de la locura de aquellos que buscaban poder a cualquier precio. Sus muros resonaban con los gritos angustiados de los seguidores, atrapados para siempre en un ciclo de sufrimiento y arrepentimiento. La deidad encarcelada, su hambre nunca satisfecha, esperaba la llegada de nuevos devotos, listos para ofrecerles los mismos pactos impíos y sumergirlos en las profundidades de la desesperación.
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